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miércoles, 31 de julio de 2013

THE SMASHING PUMPKINS, 20º aniversario de "Siamese Dream" (1993)

Estamos de celebración, hace 20 años de la publicación de un disco esencial, el Siamese Dream (Virgin Records, 93) de los THE SMASHING PUMPKINS. Vamos a contextualizarlo: principios de los 90, en el mundo se respiraban aires convulsos y de cambios con la caída del muro de Berlín, la primera guerra del golfo, el conflicto de la antigua Yugoslavia, innovaciones tecnológicas como la implantación de Internet... Un suma y sigue de constantes acontecimientos a cual más trascendente.

Con este marco de fondo florecieron nuevas inquietudes sociales lo que contribuyó, entre otras cosas, a la gestación de inventos del TBO como lo de la generación X. En Spain, como "is different", nos quedamos durante un tiempo ensimismados con la generación C, si, la de Curro y Cobi.

Todo este maremágnum, como no podía ser de otra forma, influyó también en la música. Lo más cool del momento era el grunge, una mezcla entre estética desaliñada muy cercana a la del típico leñador con la camisa de franela a cuadros como referente; rebeldía depresiva y batido musical de hard rock, heavy metal y hardcore. Un revoltijo un tanto desconcertante con aires de puro marketing.

En estas que nos encontrábamos aún con la resaca del Nevermind de NIRVANA cuando nos pasa por encima un regimiento de decibelios; mezcla de potencia desbocada, delicadeza acústica y virtuosismo instrumental; su nombre, Siamese Dream. El segundo disco de los THE SMASHING PUMPKINS fue de todo menos convencional, provocando la reinvención de conceptos del rock que hasta la fecha parecían estancados y dando una nueva vuelta de tuerca a lo que se empieza a conocer como sonido alternativo.


Billy Corgan cuando canta siempre me ha parecido como si llevase un pedal de Fuzz insertado en el culo. No lo digo como algo negativo, todo lo contrario, es una de las señas de identidad que orbita sobre su talento compositivo. En este álbum no podía ser menos y se muestra especialmente eléctrico en sus notas vocales. 

Las guitarras, tanto la de Billy como la de James Iha suenan desgarradoras; D’Arcy con el bajo, pulso cardiaco del álbum, guiándonos por los entresijos del mismo; y a la batería Jimmy Chamberlin, emulando a un martillo percutor de los que nos podemos encontrar a pie de obra.

Esta obra de arte underground es conceptualmente de naturaleza tristona, pero a la vez rebosa energía y vitalidad. Ya desde el redoble inicial en "Cherub Rock", canción con la que se abre el disco, vamos intuyendo la magnitud de lo que se nos viene encima. 



Esas guitarras distorsionadas cabalgando hasta desbocarse nos hacen coger carrerilla hasta plantarnos en "Quiet", siguiendo con la misma actitud hiperactiva. Completamos este tridente inicial del disco con "Today", himno generacional y oasis de buen rollito rompiendo por un instante la tónica sombría del álbum.


Vamos a tomarnos un respiro... ni hablar, viene "Hummer", apoteósico, cuyo final con marcado deje psicodélico nos sume en el mar de la tranquilidad más absoluta. Entramos dentro de una habitación con vistas al cementerio, sin embargo nos sentimos a gusto con "Rocket" y "Disarm" como hilo musical. Las cito conjuntamente ya que la primera se nos convierte en un preludio tormentoso antes de que llegue la calma más lúgubre con la segunda, que resultaría a la postre una de las canciones más conmovedoramente bellas jamás compuestas.




Llega "Soma" y ahora sí que hacemos un alto en el camino en forma de dulce caricia con evolución sorprendente. Nos encontramos hacia media canción con un cambio de ritmo muy al estilo "metal" conteniendo un solo de guitarra espectacular, para terminar con un desenlace de lo más etéreo, casi fantasmagórico. Recuperamos la máxima energía con "Geek U.S.A." para de inmediato encadenar un medio tiempo imprescindible como es "Mayonaise", seguido del baladón "Spaceboy".

"Silverfuck" con sus ocho minutos de duración hace explotar nuestros tímpanos, casi nos sangran pero lejos de lamentarnos nos extasiamos con esas guitarras desgarradoras y el bajo de D’Arcy que nos guía hacia un camino sin salida, el de nuestra sumisión definitiva a la banda de Chicago. La breve y intimista "Sweet sweet" nos relaja después de todo lo vivido y, como si del cigarrito de después se tratase, nos viene "Luna", el suspiro placentero final. 

THE SMASHING PUMPKINS nos regalaron uno de los discos más influyentes de la escena alternativa, fundamental para entender la evolución de la música rock desde finales del siglo XX hasta nuestros días.

Disfruta de Siamese Dream de principio a fin>


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