Arturo Rodríguez es INDOMABLE, y no lo decimos en sentido estricto del adjetivo o al menos en esta ocasión, nos referimos al alias que ha adoptado en su proyecto actual, "el más personal y ambicioso" según sus propias palabras.
Gallego inquieto, ha vivido en cuatro países, tocado aquí y en el extranjero (no para de hacer conciertos todos los findes). Autogestionado al 100%, de hecho es un hombre-orquesta del siglo XXI, cargando con su guitarra acústica, la armónica, el bombo y la pandereta.
Incondicional e Imperfecto (2016) es su primer trabajo en esta nueva andadura. Un álbum prácticamente acústico con marcada alma viajera, aderezado con la sencillez aparente del "sólo ante el peligro" propio del formato, pero sonando a la vez majestuoso, dando sensación de amplitud, de paisaje sonoro, lejos de la aparente introspección que generalmente acompaña este tipo de trabajos más íntimos.
"Ignota" (clip a pie de post) abre el álbum homenajeando al explorador prusiano Ludwig Leichhardt que en 1848 desapareciera de forma misteriosa con su última expedición por parajes inhóspitos australianos. Toda una declaración de intenciones sobre la naturaleza "exploradora" del disco.
Se rebaja la intensidad modo trotamundos con la agridulce "Acto de riesgo" para dar pie a la niña de mis ojos, la tremenda "El Viejo Ritual". Rondando lo progresivo, Arturo le mete caña cuando se requiere y se contiene cuando se precisa, un juego del "pilla pilla" peculiar entre acordes a la guitarra que resulta sencillamente glorioso.
"Exploradores", la más extensa del conjunto, dividida en dos actos, expone sin tapujos el poso contestatario del trabajo de manera azucarada, te estremecerá.
Necesitamos coger aire y lo conseguimos con la concisa instrumental "Tregua y Calderón", a la vez que somos testigos de como la belleza inunda "Salamankarra", con esos arranques guitarreros y esas lánguidas notas al piano presentando fraternalmente la entrada de su letra final.
Necesitamos coger aire y lo conseguimos con la concisa instrumental "Tregua y Calderón", a la vez que somos testigos de como la belleza inunda "Salamankarra", con esos arranques guitarreros y esas lánguidas notas al piano presentando fraternalmente la entrada de su letra final.